domingo, 25 de octubre de 2020

Lecturas enmascaradas... en la Biblioteca de la Milagrosa


 

"El efecto Frankenstein" de Elia Barceló (y un poco de Mary Shelley)

El efecto Frankenstein, de Elia Barceló, gana el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2020.

Elia Barceló (Elda, Alicante, 1957) hace en esta novela juvenil un homenaje a su admirada Mary Shelley autora de Frankenstein o El moderno Prometeo, por diversos motivos; uno, por ser la fundadora del género de la ciencia ficción y del terror; dos, porque fue una de sus primeras novelas leídas en la adolescencia y releídas varias veces; tres, por ser una mujer moderna y valiente e hija de Mary Wollstonecraft, la primera feminista declarada.



SINOPSIS

Esta historia comienza en el siglo XXI en la ciudad de alemana de Ingolstadt, lugar donde estudia medicina la joven Nora. Max, el otro protagonista, aparece en esa misma ciudad en una casa en ruinas, tiene el cuerpo cubiertos de cicatrices y no sabe cómo llegó hasta allí. Ambos jóvenes se conocen tras salvar a una niña de morir ahogada en el Danubio. Es noche de carnaval, ambos tienen ropajes semejantes, pero pertenecen a épocas distintas. Son dos personas que se entienden, comparten su interés por la medicina pero sus mentalidades son muy diferentes. Ella es una joven de nuestra época que disfruta de unos derechos como mujer que dos siglos antes no existían.

El jurado ha destacado sobre la novela “su prosa fluida y madura, su trama perfectamente encajada hasta el final, y unos personajes que evolucionan a lo largo de la historia y están dotados de una profundidad que los hace creíbles”, así como el “importante trabajo de documentación histórica que muestra la evolución del rol de la mujer desde hace 200 años”.

En la larga y sólida trayectoria de Barceló, filóloga y profesora que cuenta con numerosos relatos y más de 25 novelas, una docena de ellas juveniles (entre ellas, ‘El caso del artista cruel’, de 1998, y ‘Cordeluna’, del 2007, ambas ganadoras también del Edebé), sobresale su producción ligada a la fantasía y la ciencia ficción, que le ha valido premios como el Celsius y el Ignotus. 

Mary Shelley (Londres, 1797-1851)



"Pocas mujeres han podido alcanzar la condición de escritor porque han sido excluidas de las condiciones que favorecen la creación artística. Los que han logrado dejar su huella han sido a menudo relegados a un segundo plano. Escuchen: FRAN-KEN-STEIN. Estas tres sílabas suenan magistrales, perturbadoras; están llenas de extrañeza perturbadora [...]. Imaginen para un angloparlante de principios del siglo XIX lo inquietante y sorprendente que era este nombre. Es una pepita, es una pepita negra. Mary Shelley es una ilustración emblemática de la degradación de muchas mujeres al segundo rango en nuestra historia literaria."

Olivier Larizza nos cuenta cómo la escritora permaneció durante mucho tiempo a la sombra de su marido, el gran poeta inglés Percy Bysshe Shelley, a pesar de un claro talento para la novela, como se muestra en su obra maestra: Frankenstein o el Prometeo moderno. "Si este texto, la culminación de la novela de inspiración gótica, ha pasado a la posteridad, no se puede decir lo mismo de su creadora, no al mismo nivel. ¿Mary Shelley, atrapada en la sombra de su marido, se encontraría también atrapada en la sombra de su criatura? En cuanto a la paternidad del monstruo, ¿debe ser atribuida enteramente a Mary Shelley solamente? Creo que lo que ha desarrollado es precisamente lo que estaba experimentando con Percy, es decir, este fenómeno, este proceso de co-creación, de cooperación, y eso es lo que ha puesto en el abismo en su novela.... La novela es una alegoría del proceso creativo." 
(Mary Shelley Franceculture, Olivier Larizza)


"Fue entonces, en el pálido brillo amarillento de la luna abriéndose paso a través de las persianas, cuando vi a ese vil ser, el miserable monstruo que había creado. Levantó la cortina de la cama y tenía los ojos - si se puede llamar así - fijos en mí. Sus mandíbulas se abrieron y murmuró algunos sonidos inarticulados, mientras una sonrisa arrugaba sus mejillas. Puede que haya dicho algo, pero no lo he oído. Extendió una mano como para sostenerme, pero yo escapé y bajé las escaleras a toda prisa. 
Me refugié en el patio de la casa donde vivía y permanecí allí el resto de la noche, caminando de un lado a otro en un estado de extrema agitación, escuchando atentamente, percibiendo y temiendo el más mínimo sonido, como si fuera a anunciar la aproximación de ese cadáver demoníaco al que tan tristemente había dado mi vida. »

Fragmento de "Frankenstein o el moderno Prometeo", de Mary Shelley (1818)