LOS ONCE, de Pierre Michon


¿Cómo hablar de Pierre Michon sin sentir que cualquier palabra que escribamos sobre sus libros ni siquiera se acerca mínimamente a describir lo que contienen? Suyo es el arte de la palabra, del verbo, de los adjetivos y de la luz. De la pintura y del Arte en su sentido más amplio. Desde ese primer "Vidas minúsculas" que ya nos cautivó en su día y nos dejó deslumbradas, pasando por su "Rimbaud el hijo", no hemos parado de buscar inconscientemente esa luz, que no por provenir de los claroscuros de la Francia post-revolucionaria de 1794, es más tenue y menos rutilante. Leer a Pierre Michon es un acto de placer para quien se sienta llamado por la Literatura, porque su pluma es exigente, preciosa, precisa, concatenada, sosegada y, por encima de todo, bella. Y nos habla de la condición humana, que es a lo máximo que puede aspirar un escritor y lo que, como lectores, esperamos y deseamos.
Un cuadro ("Los once"), de los once miembros del Comité de Salvación Pública que rigió el año II del Gobierno Revolucionario en Francia, conocido como el período de "El Terror", pintado por un pintor en su madurez (François-Élie Corentin), le sirve al escritor para desplegar una prosa llena de sabiduría donde nada sobra y nada falta y donde, como el mismo Corentin manejando los pinceles para iluminar o oscurecer los rostros (tan pálidos) de los integrantes del Comité, Michon pinta el momento, el color, las tensiones, las contradicciones y las almas de los hombres y mujeres de esa Francia que hizo historia. 

A continuación algunos fragmentos escogidos de forma arbitraria (e intercambiables por cualquier otro fragmento aleatoriamente escogido, dada la perfección y la belleza de toda la novela):






Termina la novela, en una de sus últimos trazos, con una alusión a que "eso era Lascaux". Absolutamente revelador: El Arte. La Historia. El Hombre

Dejamos aquí unas palabras de la escritora colombiana Carolina Sanín de hace unos días, que parecen escritas para el tipo de literatura que ejerce Pierre Michon, con pocos adeptos en estos tiempos que corren, pero tan necesaria, creemos. 

"Siento que escribo en el final de una tradición, pero insisto en esa tradición: la del ser humano que hacía arte. Por eso, he afirmado que escribir hoy conlleva la responsabilidad de resistir al imperio del código. Más que nunca -y aunque temo que la imaginación poética es un lujo y pronto será una reliquia-, la asociación con la palabra debe escapar a la fórmula, a la convención, a la previsibilidad. Creo que debemos imponernos el escribir con el esfuerzo constante de hacerlo como una máquina no podría: con la consciencia de la metáfora y de la ironía. Son pocos los que pueden intentarlo, pues el lenguaje unívoco de la publicidad, de la ideología y de la política (del sentimentalismo calcificado y la moral escueta) han ido devorando la imaginación y el impulso crítico, y a cambio han enfatizado la posibilidad de identificación." 

Carolina Sanín en: https://www.elmundo.es/papel/cultura/2020/12/16

No hay comentarios:

Publicar un comentario