Prolífico superventas
Kiyoharu Matsumoto, verdadero nombre del escritor, nació en una familia muy humilde de Kokura, allá por 1909 y tuvo que ponerse a trabajar a los 15 años. Pese a verse forzado a abandonar los estudios a tan temprana edad, Matsumoto fue un gran autodidacta y mostró interés por la literatura proletaria de los años veinte y treinta, que denunciaba las duras condiciones laborales de la clase trabajadora, en un intento por mejorar su situación.
Matsumoto fue el responsable definitivo de la popularización del género en Japón por usarlo para denunciar la corrupción moral y política de su tiempo. Sus novelas, además, contribuyeron a elevar el nivel literario de la ficción detectivesca nipona. Las obras de Matsumoto combinaban intriga y crítica sociopolítica de forma magistral. La mayoría relataban crímenes de trama absorbente y resolución lógica y —como reportero frustrado que era— destacaban por su cuidada documentación y nivel de compromiso, criticando por igual a norteamericanos y japoneses.
Otro de sus rasgos más característicos fue la elección de sus protagonistas. Al contrario de lo que sucedía en la mayoría de novelas escritas por sus colegas, cuyos personajes solían ser superdetectives, Matsumoto optó por poner al frente de las investigaciones a policías corrientes enfrentados al sistema, mucho más humanos, mucho más veraces, realistas y dolientes.
El expreso de Tokio
El Expreso de Tokio es un inteligentísimo sudoku criminal, tan ágil y medido como los horarios de los trenes que sustentan su argumento y que, minuciosamente investigados por el propio autor, juegan un papel decisivo en su resolución. La historia arranca con los cadáveres de una camarera y un prometedor funcionario abrazados en una playa. Todo apunta a que se trata de un doble suicidio por amor. Sin embargo, el veterano inspector Torigai y el joven subinspector Miara sospechan que detrás de sus muertes se esconde un intrincado plan para ocultar un caso de corrupción.
Fotograma de "El castillo de arena" (1974) |
Extractos del artículo de Sergio Vera Valencia, coordinador del Club de novela criminal las Casas Ahorcadas.
Pincha aquí para leer su artículo completo en el Cultural de El País, 2017/02/22
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