Árboles finales
Los árboles que nos quedan son aquéllos,
los todavía no alcanzados. En sus claros se decide
qué sombra infundir en cada uno de nosotros.
Tienen, a su modo, una voz de llamada hacia arriba,
como el que arquea las manos en torno a la boca
para ser oído en lo más alto y pedir que alguien
se haga cargo de los que estamos aquí. Ultimados.
Todo árbol cobija a un muerto y lo mantiene
en la savia, lo hace suyo y lo ampara, le da un suelo
de corteza y de hojas caídas para él.
Los bosques pueden salvarse en los que han sido,
quiero decir, en el recuerdo que guardamos de ellos.
Tendrá un hogar en el color del haya quien los defienda.
Hay árboles que parecen anteriores a la tierra, los robles
y los tejos, por ejemplo, arraigados en una mano perdida
y mortal que quiso hacer el mundo y no pudo.
Escuchadlos en sus ramas; nos avisan, aconsejan.
Son las obras completas del reposo.
El último poema del último libro de Ramón Andrés (Pamplona, 1955), “Árboles finales”, desvela cuáles son “los todavía no alcanzados”, la vida proyectándose hacia adelante.
Con un lenguaje llano y anécdotas nada extraordinarias, Andrés sabe hablar de lo profundo, de la futilidad de la vida, ejemplificada en cómo las vacas y la hierba que comen son más duraderas –esta renace, aquellas “Míralas, siempre ahí”– que la vida del hombre, “tú contando los días igual que un usurero”. Y es que somos muy poco, dicho con cierta hipérbole, “Lo que dura la luz, eso somos”.
Los árboles que nos quedan
Ramón Andrés
Hiperión. Madrid, 2020. 84 pág.
https://elcultural.com/ramon-andres-el-silencio-esencial
Artículo de Túa Blesa "Ramón Andrés, el silencio esencial" (2020/06/08)
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